Entrevista

Don Chucho: su vida antes y después de “Gaby”

*Dariana Michelle Payró Mendoza

Don Chucho es un hombre que le hubiera encantado estar en un quirófano ayudando a la gente, pero la vida lo llevó por otro camino: detrás del mostrador de su tienda de abarrotes.
Hace más de 30 años inició lo que hoy se conoce como la papelería “Gaby”, y lleva esos años siendo atendida por el mismo hombre de siempre. Jesús Alberto Alegría Sánchez es el dueño que maneja la papelería donde alumnos de la “Técnica no. 9” van a surtirse de útiles escolares y alimentos de lunes a viernes.
La papelería “Gaby” recibe su nombre en honor a su primera hija, Gabriela. En entrevista, nos cuenta más acerca de cómo consolidó su negocio y anécdotas de su juventud y niñez.
Originario de la ciudad de Villahermosa, pasó su más tierna infancia en las calles de la colonia Reforma. En sus propias palabras tuvo una infancia tranquila. El único acontecimiento que lo afectó fue el divorcio de sus padres a los cinco años:
“Quizás fue la parte más fea de mi niñez, pero de ahí no. Gracias a Dios tuve un padre muy responsable, que se preocupó por mí. Tuve una abuelita que era más mi mamá, me atendía ella”

Sus padres no le demostraban tanto afecto, pero estaban al pendiente de él como hijo:
“Mi papá era muy apegado conmigo, se preocupaba por mí, no era tan cariñoso por qué no vivía yo con él. Lo veía casi a diario, me hacía que yo fuera a donde trabajaba, él trabajaba con un tío. Mi mamá fue una mujer, pero muy seca. La que sí me quería mucho fue mi abuelita”.

Fue el único hijo del matrimonio entre sus padres biológicos. Más tarde ambos padres se volverían a casar y tendrían un respectivo hijo cada uno, dándole así dos hermanos a don Chucho:
“Se volvió a casar mi mamá y tengo un medio hermano, pero ya murió, era más chico que yo. Se casó mi papá y tengo una media hermana, ella sí vive. La veo, la saludo, nos abrazamos, pero no nos visitamos, nos criamos así, alejados. No hubo quién nos uniera. Yo con mi hermano le llevaba 9 años, pero con mi hermana no convivimos mucho”.

Su padre aprendió la elaboración de perfumes, trabajaba en una de las perfumerías más prestigiosas, más tarde pudo poner su propio negocio de perfumería, pero lamentablemente terminó quebrando. Su abuela y su abuelo tenían una farmacia donde trabajaba su madre. Su abuela se desempeñaba como boticario.
En cuanto a su educación, gozó de poder asistir a escuelas privadas. La educación religiosa estuvo presente desde niño, pues cursó la primaria en el “Colegio Tabasco”, inculcándole desde niño los valores del catolicismo:
“Estudié en buen colegio, se puede decir, en esos tiempos. Estudié con las monjitas, ahí hice mi primaria. En la secundaria me fui a “La Salle”, pero siempre fui de pueblo, mi corazón me decía que era de aquí. Me identifico más con mi gente que con esa gente”.
Es una persona apasionada por el deporte. Durante su adolescencia, incursionó en toda clase de deportes que podía practicar:
“Hice mucho deporte. Me gustó el deporte. Jugué volleyball, básquetbol a pesar de mi estatura, porque era yo muy chaparrito, pero corría bien, fútbol, practiqué gimnasia, nadaba e incluso jugué béisbol”.

Concluyó hasta la educación preparatoria. Sin embargo, su cursó la universidad, aunque por un tiempo breve:
“En mi haber tengo un año de medicina humana e hice tres años de veterinaria. Me quedé en mi tercer año y ya no seguí estudiando”.

Don Chucho no pudo terminar sus estudios en medicina pues se le presentaron muchos obstáculos para ello:

“Yo presenté el examen en la escuela de medicina y no lo pasé. Me quedé de oyente ese año. Estuve así más de la mitad del año, hasta que conseguí la ficha, porque yo jugaba con el equipo de la universidad, y ahí me dieron la ficha para inscribirme. Yo me iba a inscribir a la escuela de medicina, pero había un detalle, ya había pasado algunas materias, pero las principales como embriología, anatomía o histología, no podíamos presentarlas los oyentes. Llegué con mi papá y le pedí para inscribirme, le comenté que iba a ser repetidor porque no iba a pasar las materias principales, pero me aseguraba mi lugar. Mi papá se molestó porque iba a perder un año, así que me mandó a Veracruz con una prima. Pero allá es otro sistema de estudios, para entrar tenía que hacer un curso propedéutico de un año”

No solo ese era el problema, a los 21 años don Cucho se convirtió en padre regresando de su estadía en Veracruz, además una enfermedad lo estaba aquejando:
“Cuando regresé de Veracruz tuve a mi primera hija. Pero también me enfermé, me empezaban a dar ataques epilépticos, pero se me quitaron, al día de hoy ya no tengo, por eso perdí el primer año de medicina. No perdía el conocimiento, tenía convulsiones, me avisaban cuando me iban a dar, me sentaba y ya le avisaba a alguien. Ya después se complicaron las cosas, mi papá perdió su negocio, quise volver a conseguir la ficha para entrar a la escuela, pero ya no había dinero para estudiar, entonces tenía que entrar a trabajar”.

El entrevistado expresó tener un gusto por la medicina. Pero las circunstancias lo llevaron a cambiar de carrera:
“Veterinaria era la única carrera que podía yo estudiar de tarde, porque trabajaba en la mañana, por eso me metí a estudiar veterinaria”

A don Chucho le hubiera encantado continuar sus estudios en veterinaria, pero las circunstancias no se lo dejaron tan fácil, y una oportunidad de oro se le presentó, lo que dificultó mucho que pudiera seguir estudiando:
“Ya estaba yo casado, tenía ya una hija, fueron momentos difíciles. Trabajaba en un lugar donde yo entraba a las ocho de la mañana a una de la tarde, me dejaban salir. Ya venía yo y me iba a la escuela veterinaria. Así estuve hasta el tercer año, que me metí a jugar fútbol profesional, ya no me dejaban estudiar. Me hacían entrenar en la mañana y en la tarde, cómo ya tenía un contrato firmado, me fui quedando y dejé de estudiar”.

Afortunadamente su gusto y talento para jugar fútbol le dio la oportunidad de jugar profesionalmente para el equipo de los “Cacaoteros de Tabasco”, donde percibía un sueldo de $12,000 pesos mensuales. Todo parecía marchar bien, pero no pudo continuar por mucho tiempo en este trabajo:
“Salió la oportunidad de irse a probar, fui y me quedé. El técnico me eligió. Ya era yo el mayor de todos, de toda esa camada. Había algunos a los que les llevaba hasta dos, tres años. Ya no estaba yo para jugar, pero me dejaron. En la división hay un límite de edad, entonces yo para poder jugar me tuvieron que hacer una credencial de otro color, porque nada más podían jugar dos jugadores con esa credencial.
Nada más jugué una temporada y media, una por la edad y dos porque ya andaba yo lastimado. Cambiaron al técnico y ese me hacía trotar, no me dejó recuperarme. Terminó el contrato, me querían pagar lo mismo, dije que no, me ponían de pretexto que estaba yo lastimado. Les dije que el entrenador no me dejaba recuperarme, no firmé mi siguiente contrato, dejé de jugar con ellos. Tuve que dejar de jugar un año para poder jugar en las ligas aquí, como amateur.
El límite de edad era los 25 años, pero yo ya andaba entre los 26, 27 años, por eso ya no seguí jugando con otro equipo”.

Don Chucho inicia su negocio en el año de 1988, tenía idea de poner un negocio para que levantar su economía, pero no fue una papelería:
“Me puse de acuerdo con mi esposa y empezamos con la idea de poner un negocio. No pusimos exactamente la papelería, sino que vendía yo mercería, novedades o chucherías. Me iba a Chetumal a comprar y de ahí traía yo”.

El local donde está la papelería fue anteriormente parte de la casa de su abuelita Ada. Pero para emprender su negocio necesitaba capital, antes de tener la espinita del negocio don Chucho tenía un trabajo que le resultaba agotador:

“Trabajaba yo en una combi de servicio público. Salía desde temprano, desde las cuatro y medio o cinco y ya venía a las ocho o nueve de la noche, todo el día me la pasaba allá. De ahí nace la idea de poner un negocio. Me iba bien, pero era muy pesado. La combi era mía, pero yo pagaba las placas, eran prestadas. Me aventé seis meses trabajando sin parar hasta que logré pagarla. Ya luego junté mi dinerito y puse el negocio, mi esposa pidió un permiso de un año para atenderlo”.

Don Chucho es un hombre muy inteligente, pues para echar a andar su negocio, empezó a investigar, observó cuáles eran los artículos que más se vendían y los compraba para revender; y en el caso de que le pidieran algo, lo que no tenía lo anotaba.

Su esposa la señora Virginia Torres Pulido fue su amor desde la niñez, con quién lleva 42 años de casados. La conoció a la edad de 8 años, pero a los 13 años se enamoraron.
“Vivíamos en la misma colonia. Lo que pasa es que la familia de mi esposa vivía en la calle 2, que es Mina ahorita, luego se cambian a la calle 3, que es al fondo. Yo toda mi vida he vivido aquí. Está casa era de mi abuela. Yo tenía mucha amistad con sus hermanos, venían para acá, me invitaban y yo iba, pero de ahí nada. Hasta que se cambiaron aquí en la esquina, donde esta “la similar”. Entró a la secundaria y ya le había echado el ojo”.
Tuvo tres hijos con su esposa, los tres profesionistas, dos mujeres un varón. De nombres: Gabriela, Viridiana y Jesús, dos de ellos pudieron continuar con el sueño de su padre de estudiar medicina, su hija Gabriela especializándose en nefrología pediátrica y su hijo Jesús pudiendo culminar sus estudios en medicina veterinaria.

Don Chucho pronto podría cerrar la papelería “Gaby”, pues considera que ya es tiempo de retirarse y disfrutar de lo que ha cosechado.
*Estudiante de la Licenciatura en Comunicación por la UJAT y realizó la entrevista para acreditar la asignatura de Periodismo Informativo.

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