Entrevista

«Chuíta», una mirada desde su corazón

Grecia Alejandro López/

Huimanguillo, Tabasco; Noviembre de 2016.- “Pepino, chayote, guineo, limón, aguacate… chinín, papaya, cilantro, perejil…”,  grita por las calles de Huimanguillo, desde su triciclo, don Chúa,  un típico choco orgulloso de su tierra .

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En su honor, el mercado del municipio llevará su nombre.

Hombre de piel morena, -quemada por el sol tras arduo trabajo en el campo y las calles- delgado, alto, pero encorvado por el paso de los años.  De mirada blanca, perdida, que no ve más que una inmensa claridad que le alumbra desde el interior, sin distinguir lo que hay a su alrededor.

Chúa es un personaje de Huimanguillo, conocido, querido y admirado por todos. Su sencillez, humildad y amabilidad lo distinguen de entre muchas personas. Sin importar su ceguera a diario sale a las calles del municipio a vender frutas y verduras en su triciclo que lleva empujando desde el otro lado del río.

Allí  encontré a quien lleva como nombre de pila Jesús de la Cruz de la Rosa, “Chuíta el cieguito”, sentado alado de la sombra que produce una mata de limón afuera de su humilde casa.

Hombros fruncidos, espalda encorvada y muy atento a lo que logra percibir en su entorno mientras escucha claramente lo que se le pregunta. Viste como campesino. Su pantalón de vestir azul, enrollado, despejando sus pies desnudos, descansando después de horas y horas de caminar. Viste además una camisa manga larga color beige que hace más evidente su humildad.

Un jugueteo en sus manos resecas,  trabajadoras, dan a entender que tan rápido e interesado está en contestar las preguntas; al parecer, su carácter lo hizo entrar en confianza .

A sus ochenta y seis años, Chúa afirma que disfruta su vida día a día, vive el presente y no deja que el pasado irrumpa en lo que está viviendo; dice ser feliz, a pesar de no tener dinero, goza de estar bueno y sano, tranquilo y en paz con las personas

–Si bien no tengo dinero, la fama me lo recompensa– repitió un par de veces a lo largo de la plática.

–De hace dos años para acá, empecé a salir a las seis en punto de la mañana, antes salía a las cuatro y me iba caminando, vendía e igualmente, me regresaba caminando-. Desde muy temprano, a las tres de la madrugada, Chuíta está de pie acomodando su triciclo para salir a vender, un ejemplo claro de cómo es que una carencia física tan importante, no es una limitante para salir adelante honestamente.

Fue casado, ahora viudo, tuvo un solo hijo; actualmente vive solo, con el apoyo de todos sus vecinos; en una ranchería de Huimanguillo, Ejido Otra banda, “allá en el caserío”, dice. Es un lugar muy conectado con la naturaleza, bañado por las aguas del río Mezcalapa. Una casita de madera con techo de hoja de huano, apenas una hamaca colgada es lo que se ve a primera vista.

Chuita tiene el ideal de iniciativa del trabajo: no debemos depender de nadie para superarnos, nosotros tenemos en nuestras manos el control de nuestras vidas. Así como él, hay muchas personas que tienen alguna carencia física, sin embargo no luchan por superarse y lo primero que hacen es entrar al vicio del alcohol o las drogas, en vez de ponerse a trabajar.

-“Hay que atacar el vicio, afrontar la situación y empezar a trabajar, muchos se quejan de que no hay empleo, pero no buscan, todo lo quieren de a jefe. El trabajo es una cosa que te orgullece, te dignifica; y a como dice un refrán <<El que trabaja con atención, siente gran satisfacción>>, y también hay que saber respetar a la gente” – destacó, mientras sonrió sentenciando a los que estaban alrededor.

Afirma que es feliz, disfruta de platicar con la gente, para él, nadie es malo, nada le molesta. Si hay algo que lo enorgullece es que muchas personas lo admiran por lo que hace, que a pesar de tener edad avanzada está sano y hace muchas cosas que en algunas ocasiones jóvenes o adultos no pueden, precisamente por la falta de interés en el trabajo y en el estudio.

El pregonero de Huimanguillo nació en Villa Luis Gil Pérez, una ranchería del municipio de Centro, que precisamente fue fundada el mismo año en el que “Don Chúa” nació, 1930. Cuando se le preguntó por su infancia, no quiso hablar acerca de eso, no le gusta recordar su infancia; comentó que estudió hasta segundo año de primaria, ahí aprendió a sumar, restar, multiplicar y dividir. Con una sonrisa traviesa mencionó que solo iba a la escuela porque lo obligaban.

Luego de mucho tiempo de plática, Chúa declaró el por qué no le gusta hablar de su infancia.

– Yo no terminé mis estudios, porque a los doce años quedé huérfano, y ya no había quien me jalara la rienda, quien me apoyara con las asistencias y las tareas, ya no había quien me solventara, por lo tanto, tuve que salir a trabajar al campo, valerme por mí mismo, ¿verdad?-.

Su infancia la pasó solo, al ser hijo único. Durante toda la adolescencia sólo se dedicó a trabajar, hasta que a los quince años encontró “consuelo” en el alcohol.

-Trabajaba y saliendo iba a comprar alcohol. Nadie me detenía, me volví vicioso, un alcohólico, sentía la necesidad de beber todo el tiempo; en esa época, eran pocos los que tenían permiso de vender alcohol, pero no era nada barato y mucho menos para mí, que sólo cuando tenía trabajo podía comprarlo. Un día, hace 50 años después de llegar del campo, quería beber pero no me alcanzaba el dinero para comprar una botella. Así que un carpintero me vendió un alcohol barato. Quedé ciego porque bebí alcohol de madera, me afectó los nervios ópticos. Llegué a parar a Veracruz, Puebla, México, pero ya no pudieron hacer nada por mí, así me quedé ya”.-

Después de este trágico suceso, Chuíta no decidió darse por vencido, aprendió a andar solo. -“Afronté la situación, que no es fácil, déjame decirte, pero lo aprendí, y como dice el refrán: <<Cuando alguien quiere hacer aquello, lo hace; y cuando no quieres hacerlo, de plano, no haces nada>>.

-Ahorita a uno le da un dolorcito y se achicopala, y yo les digo, ¡Si ustedes estuviesen a como yo estoy, de seguro ahí se sientan a llorar o ya se hubiesen muerto de un infarto! -, subió la voz al hacer este comentario, seriamente; a la vez, sonriendo afirmó: – ¡Es duro, es duro! Entre más se achecha uno por los dolores y las enfermedades, más rápido cae.

Es un hombre fuerte, tal vez por todos los achaques que la vida le ha dejado, es una persona admirable, porque a pesar de todo sigue de pie y contando. El menciona, no solo una, sino varias veces, que la época que más ha marcado su vida es la edad en la que está viviendo ahora, porque aprendió a disfrutar sanamente, ya no la pasaba de “parranda” a como cuenta que hizo durante su juventud, ahora trabaja porque le gusta, se siente agradecido por toda la gente que lo apoya consumiendo las frutas y verduras que vende.

–“La gente siempre me ayuda a cruzar las calles, pero a como comentaba, todo mundo me quiere por lo mismo que no le busco problemas a nadie; hasta los borrachitos me ayudan…”

A manera de consejo, que es algo que sin duda alguna disfruta hacer, dijo que lo primero que debemos de hacer los jóvenes, es terminar de estudiar, porque nuestros padres nos dan la posibilidad del estudio.

Además incentivó a buscar trabajo, porque es esencial para nuestro desarrollo. Cabizbaja, comentó arrepentido pero orgulloso a la vez, que si no hubiese bebido aquel alcohol que dañó sus nervios ópticos al grado de perder la vista, no sabe de qué forma vería la vida o si la estaría disfrutando a como lo hace ahora.

Sin duda, un ejemplo de perseverancia y humildad, algo que muchas personas han olvidado en la actualidad. “Chuíta, el cieguito”… todos lo conocen, más no saben la realidad de su vida, sin embargo, lo que él nos deja es una enseñanza que muchos deberían poner en práctica. Respetar a los demás, trabajar, vivir cada segundo que pasa felizmente; ¿Cómo puede Chúa a su edad caminar por todo Huimanguillo sin quejarse? Fácil, se fija una meta, y el amor por su trabajo.

-“Trabajar es lo que me mantiene vivo, yo he sido campesino, negociante, le he hecho de todo un poco, el trabajo lo que te deja es dinero, orgullo y fama; siempre y cuando lo hagas dando lo mejor de ti; hay que tenerle amor, para que no lo sientas como una obligación, sino como una oportunidad de superación. Yo estoy muy orgulloso de mi trabajo, porque dignamente me gano mi dinerito, podré tener muy poco, pero lo más importante es que tengo salud; te imaginas, si tuviera dinero pero no tuviera salud ni felicidad, dime tú ¿De qué me serviría? ”

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