Notas

Poco a poco, la desilusión

Columna Non Serviam/

Leopoldo Emmanuel Benítez Arias/

Si existe una entidad, un aglomerado, un grupo bien definido e identificable que en cierta medida ha impedido a lo largo de la historia humana cualquier progreso en los campos de la ciencia, la tecnología, el arte, las libertades  y derechos de los individuos, es la Iglesia Católica.

¿Por dónde comenzar? Creo que por los 2 000 años de estancamiento ideológico y científico que significó la Edad Media. Las Cruzadas, la lucha de los papas por recuperar Tierra Santa. La Santa Inquisición, para combatir la herejía —imagínense cuántos inocentes aquejados por algún tipo de padecimiento psiquiátrico acabaron en el potro, la pera, la garrucha o la hoguera.

La Evangelización de América, la matanza de grupos indígenas, la conversión forzosa de los grupos prehispánicos y el azote de la Inquisición en América. La quema de brujas, principalmente en las colonias inglesas; la persecución y condena de diversos científicos, filósofos y teólogos disidentes.

Solo habría que traer a la mente las clases de Historia Universal de la secundaria y la preparatoria para recordar de qué lado se ha alineado la Iglesia Católica a lo largo del tiempo. Hablando de la preparatoria, recuerdo una ocasión en que el profesor de Historia reflexionaba de forma crítica las acciones de la Iglesia a propósito de sus posturas; se ganó la desaprobación del grupo quienes le pidieron ya no seguir atacando su fe. Fue la primera vez que mi grupo se unió indignado para impedir algo.

El dolor de cabeza que ha aquejado a la Iglesia desde finales del siglo XX y lo que va de este son los movimientos que se han alzado en contra de la sombra más grande y siniestra que actualmente proyecta la Iglesia Romana: los curas pederastas. Si bien existen registros de abusos de hace más de 60 años, es en décadas recientes cuando comenzaron las acciones pujantes de verdaderas acusaciones, seguimiento, investigación y condena al clero pederasta.

La evidente indiferencia de Karol Jozef Wojtyla, el popular Papa Juan Pablo II, a las denuncias de estos casos e incluso el hecho comprado que encubrió a sus protegidos cuando estos fueron denunciados con evidencias abrumadoras causó impotencia en las víctimas. Sumando a ello, su cercanía demasiado sospechosa a políticos atroces como Augusto Pinochet, su lucha contra el uso de preservativos y su rotundo no al ordenamiento de mujeres para el sacerdocio le ganaron la antipatía —y con razón— de grupos liberales, progresistas y feministas.

Cuando falleció Wojtyla, el “Rottwiler de Dios” (como se le apodaba a Joseph Aloisius Ratzinger, el Papa Benedicto XVI), comenzó a hacer lo que su predecesor no hizo: ir tras los sacerdotes pederastas. Fue él quien en 2006 apartó del sacerdocio a Marcial Maciel. Hubo en Joseph Ratzinger cierto aire de redención al investigar y hacer renunciar a cientos de sacerdotes culpables. Pero no estuvo exento de errores. Era un hombre profundamente conservador, opinaba lo mismo que Wojtyla sobre el uso de preservativos y sus declaraciones sobre el Islam y el Judaísmo fueron desafortunadas.

Todo este escueto recuento de infortunios de la Iglesia Católica escrito en los párrafos anteriores sirve para dar pie a lo siguiente. Con la renuncia al pontificado de Ratzinger en 2013, llegó aquél en el que se colocaron tantas esperanzas. Se habló mucho en los medios a cerca de la oportunidad de que al fin un latinoamericano llegara a ser Sumo Pontífice… y así sucedió.

El resultado del cónclave era la elección de Jorge Mario Bergoglio, un argentino que adoptaría el nombre de Francisco. Fue un momento de extraña alegría, era como una bocanada de aire fresco, el primer Papa de América era latino. Su humildad y sus primeras declaraciones deslumbraron a muchos. Aparentemente representaba el ala abierta y progresista del Vaticano.

Su preocupación por los pobres y un discurso que promovía el involucramiento de la Iglesia en los problemas de los más desprotegidos y sus primeras opiniones sobre los homosexuales (“si una persona es gay y busca al Señor y está dispuesto a ello, ¿quién soy yo para juzgarla?”) hicieron que muchos creyeran que por fin había llegado el individuo que haría que la Iglesia Católica Romana se reivindicara, o al menos sentara las bases de éste cambio.

Pero es noviembre de 2016 y esa primera impresión se desvaneció. Hemos caído en la cuenta que el Papa Francisco no deja de ser el Papa, ni deja de ser dogmático. Este desencanto se explica en cuatro puntos: su pasado, su lucha contra los curas pederastas, su opinión con respecto al matrimonio entre parejas del mismo sexo y más recientemente su opinión sobre el sacerdocio y las mujeres.

  1. Según la periodista Olga Wornat, quién entrevistó a Bergoglio para su libro “Nuestra Santa Madre, historia pública y privada de la Iglesia Católica Argentina”, existen voces que denuncian la colaboración del Papa Francisco con la dictadura militar argentina: “hay denuncias concretas, yo las tengo, acerca de que él habría suministrado listas con los nombres de los miembros de la Compañía de Jesús que estaban relacionados con ‘los grupos guerrilleros’, los que tenían una postura de izquierda o revolucionaria, dos de ellos, que entrevisté lo acusaron muy fuertemente”, dijo en una entrevista para The Hoffington Post.
  2. “La Iglesia Católica es tal vez la única institución pública que se movió con transparencia y responsabilidad. Ningún otro hizo tanto. Y, sin embargo, la Iglesia es la única en ser atacada”, declaró en una entrevista para el periódico Il Corriere della Sera, refiriéndose a un informe de la ONU en 2014, donde se concluyó que los esfuerzos realizados por el Vaticano no bastan para impedir el continuo abuso de menores y la impunidad de los responsables. Para colmo, Peter Saunders, miembro de la Comisión del Vaticano contra la Pederastia ha declarado no sólo que el Papa Francisco no ha hecho lo suficiente para combatir este mal, sino que es parte del problema.
  3. A pesar de sus comentarios sobre la aceptación de las personas de la comunidad LGBT, en sus homilías siempre aboga por la “familia tradicional” y reitera que todo matrimonio debe estar compuesto de un hombre y una mujer. Además, en la misa dominical durante los días en que el Frente Nacional por la Familia realizó sus movilizaciones, Bergoglio declaró: “Me asocio de buena gana a los Obispos de México para sostener el compromiso de la Iglesia y de la sociedad civil en favor de la familia y de la vida, que en este tiempo requieren especial atención pastoral y cultural en todo el mundo”.
  4. El martes primero de noviembre, cuando periodistas le preguntaron al Papa si la Iglesia Católica ordenaría mujeres, a propósito de su visita a Suecia donde la jerarca de la Iglesia Luterana es una mujer, él respondió: «la última palabra fue clara y la dio san Juan Pablo». ¿Y qué fue lo que dijo Juan Pablo? «La Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres».

Poco a poco, esa figura que representaba una esperanza de verdadero cambio en uno de los pilares religiosos más poderosos del mundo acabó por desilusionarnos a muchos.

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