Guayabera PolíticaHoy escriben

Ofrece Ochoa un PRI celestial

Columna Guayabera Política/

Guillermo Hübner Díaz/

Con un alacrán de “cola gorda” en el lomo -él se lo echó encima- que simbolizaría a la corrupción que carcome como lepra al país y que el nuevo dirigente pretende combatir-, tomó Enrique Ochoa Reza, ex comisionado de Electricidad, la presidencia del CEN del PRI.

(Pero señor, por favor ¿acaso no fue su mismo arribo al cargo un acto de corrupción, por la forma utilizada para llegar al edificio de Insurgentes y Héroes Ferrocarrileros?)

Fue un ‘dedazo’ del Presidente Peña Nieto, que volvió a la práctica -de las tantas que impiden a México implantar un auténtico sistema político democrático-, que no toma en cuenta a nadie y expone única y exclusivamente la voluntad del poderoso, valido en esta ocasión del CPN del partido –obsecuente-, que validó, eso fue solamente, la decisión cupular.

Ochoa reconoció el 12 de julio, que “el elemento adverso a la clase política hoy en México son las acusaciones de corrupción y de impunidad”, y esta “es la razón por la cual los partidos son cada vez menos el canal a través del cual se expresan las demandas ciudadanas más sentidas”.

Qué bueno que lo dijo, “es inaceptable tapar el sol con un dedo”.

No se ignora que así como el PRI fue durante muchos años la columna vertebral del desarrollo del país –cuando gobernó el priismo histórico-, dejó de serlo al tomarlo con muy buenas estrategias el priismo y el panismo educados en Estados Unidos –neoliberalismo recalcitrante y corruptor-, fallándole a México, a la sociedad, lastimando profundamente a las organizaciones políticas y a sus militantes y simpatizantes auténticos. “Lastimando a todos”, como diría el ex jefe de la CFE, hoy flamante presidente del PRI.

Fue lo de Ochoa, una perla, al hablar de corrupción, pues en ceremonia de lujo ante cientos de ‘correligionarios’ y jerarcas de mafias políticas regadas en el país, no podía soltar otra cosa de menor valor.

Fue algo que también trajo a la memoria lo ocurrido en Tabasco en 1983 cuando gobernaba el “ideólogo de la Revolución”, Enrique González Pedrero, y presidía el CDE del PRI el ahora mundialmente conocido Andrés Manuel López Obrador, algo que le costó el cargo al tepetiteco y poco después lo llevó al FDN, y posteriormente al PRD. Bien.

Como presidente del PRI, AMLO pretendió –de hecho lo hizo cierto tiempo- que el PRI vigilara a los alcaldes y los obligara a cumplir sus programas siguiendo con lupa, a través de los Comités Seccionales, cualquier asomo de corrupción, cualquiera que fuera el ropaje que utilizara este monstruo de mil cabezas.

Fue el acabose. Un grupo de 14 alcaldes –no estuvieron Gustavo Rosario Torres (Centro), Miguel A. Cabrera Pujol (E. Zapata) y Baldemar Hernández Márquez (Jalpa de Méndez)-, se reunió con el secretario de Gobierno, José E. Beltrán Hernández, quien los pasó al despacho del maestro.

Este, después de escuchar la “protesta” de los alcaldes, hizo llamar a Andrés Manuel al Palacio de Gobierno, a quien con 4 palabras –“Esto no es Cuba”- le reprobó su conducta “injerencista” en los ayuntamientos, no otra sino vigilar que los contratistas cumplieran fielmente la ejecución de obras y utilizaran materiales de calidad, así como que los presupuestos correspondiesen a lo justo, pues era costumbre que una cantidad inicial aumentaba su monto a las pocas semanas bajo argumentos poco creíbles… etcétera, etcétera.

Otra del PRI. Carlos Madrazo Becerra, sacó la pus de la corrupción política imperante en el país, al pretender desde el CEN del partido, democratizar la elección de candidatos a gobernadores y presidentes municipales, principalmente, oponiéndose fieramente a ello el mandatario sinaloense Leopoldo Sánchez Celis, iniciador de la debacle del “Ciclón del Sureste”.

El caso más cercano sobre estos intentos del PRI por combatir la corrupción, quizá sea, entre nosotros, el de la segunda etapa del CDE encabezado por Nicolás Haddad López a partir del 25 de julio de 1995, concluido el 15 de enero de 1996, casi sacado a patadas por Roberto Madrazo Pintado, del edificio de 16 de Septiembre.

Y así, amable lector, se habrá repetidos casos como estos a lo largo y ancho del país sin ningún resultado concreto, a no ser el castigo político para quienes hubiesen tenido la osadía de intentar corregir el rumbo y enderezar entuertos.

Ahora, Enrique Ochoa Reza, con el cuento de que quiere combatir la corrupción en el PRI. “Tenemos que ser un Partido que señale la corrupción de los gobiernos emanados de nuestras filas, que exija su fiscalización, incluso su destitución”, dijo, para rematar con esto: “Los priistas debemos de adoptar las mejores prácticas en la materia para impedir el acceso a candidaturas en todos los niveles de gobierno de personas que tengan algún antecedente de corrupción”, ojalá y pronto diga como lo va a hacer y, de haber resultados, los dé a conocer puntualmente. Cuidado con el alacrán don Enrique.

 

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